Estamos viviendo una etapa inflacionista, que en julio del año pasado llegó a tener un IPC del 10,8%, el nivel más alto desde septiembre de 1984. La argumentación principal del Instituto Nacional de Estadística fue la tendencia alcista de los precios de los alimentos y de la electricidad. Después del récord registrado el pasado verano, la inflación general se ha ido moderando hasta cerrar el 2022 en un 5,7%. Pese a ello, la alerta llega por la inflación subyacente, esa que no tiene en cuenta los productos y servicios más volátiles como son los alimentos frescos, las energías y los combustibles, que acabó el año en un 7%.